Regresamos a casa son las dos y media de la madrugada. Cada día, cada hora, cada minuto y
segundo que paso haciendo lo que más me gusta, se me recompensa además con inyecciones de
felicidad. Felicidad por el trabajo bien hecho, felicidad por el deber cumplido, felicidad por sus
miradas de agradecimiento, y esa es la mayor de las recompensas. Gracias Iván y Daniela por
vuestra felicidad.